Pura alegría.

Crestamos la colina lentamente, las orejas de Ruairí moviéndose con el viento. Después de un rato, ella inclinó la cabeza lo suficiente como para que pudiera escuchar su voz por encima de la brisa.

—¿Cómo era? —preguntó en voz baja—. Crecer aquí.

No pude evitar la sonrisa que se dibujó en mi rostr...

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