La hija de mi madre.

—Sage.

Sus ojos se abrieron. Verdes en la oscuridad, incluso aquí. Enfocados. No intentó sentarse. Bien.

—No lo hagas. Coloqué la bandeja en el suelo junto a su mano. Caldo, espeso con lentejas para que pareciera agua marrón a las cámaras, pero lo suficientemente denso como para sostenerse en un c...

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