5
Callie
—No voy a permitirlo —dispone como si tuviera todo el derecho. Como si yo no pudiera decie absolutamente nada y estuvier obligado a hacer aquello que pide.
¡Atrevido!
Le miro en gesto instantáneo y molesto y frunce el ceño...desafíandome.
—No eres nada mío, Allan —le recuerdo y sus ojos se tiñen de ira —... y aunque lo fueras, no tienes ni tendrías el derecho a disponer de mi vida. No te debo explicaciones ni obediencia. A nadie. Ahora no queda nadie en mi vida a la que rendir cuentas.
Me siento en el brazo del sofá y suspiro cansada pensando en cómo pudo mi mamá hacer algo así.
—Si tu noviecito fuese tan generoso, ya te habría pagado las deudas de hospital —comenta y le miro asombrada mientras se sienta en el sofá —sin embargo aquí estás, pensando hipotecar una casa que no te pertenece para cubrir tus gastos.
Y eso hace que me percate de que tiene razón.
Él dijo que la casa estaba bajo escrituras firmadas por su padre, por lo tanto no soy la heredera del inmueble así que no puedo venderlo o tomar desición alguna sobre el y lo que es peor aún, no tengo casa en la que quedarme.
Estoy en la calle.
—Pues, que bien todo —ironizo —y tú, que caballero —le reclamo viéndolo sentado delante de mí, en el otro sofá —Y lo peor que es me sacas de mi propia casa, luego de darme la noticia del siglo. Que bien todo. Jodido día del demonio.
Empiezo a sentirme ofuscada, enfadada y acorralada y no me gustan nada la sensaciones que emanan de mi interior.
Él sigue en silencio analizando todos los movimientos que hago, que no son muchos pero si de desesperación y me hace sentir el peso de la intensa mirada sobre mí.
No tengo ni idea de como resolver este tema y la verdad, solo me queda declararme en bancarrota. Eso significaría un paso atrás en mi vida, pero sería algo momentáneo. No tengo muchas opciones con todo esto de la casa.
Me asomo a la ventana y observo el panorama que me rodea, sabedora de que cada vez pierdo más de las cosas que conformaron mi vida hasta que murió mamá.
¡Que triste realidad!
Hasta que presa de la desesperación supongo, o quizás un poco de oscuro ingenio reacciono y escupo para el bello hombre que tengo detrás que tal vez, no debería verlo así en este momento...
—Si se diera el caso de que fuéramos hermanos, tendría derecho a esta casa —él me observa serio —.Así que sí, vamos inmediatamente a hacernos las pruebas.
Se levanta del sofá y verlo tan alto y agresivamente guapo, me pone nerviosa.
Camina hacia mí como un depredador elegante que ni siquiera demuestra en su andar que está de caza, pero al final termina llevándose a su víctima entre sus garras.
Me enderezo para recibir su imponente figura y me abrazo el torso como si ese simple gesto me protegiera.
—Has sido bastante fría al decidir algo así, teniendo en cuenta todo lo que encierra el hecho de que seamos hermanos.
No sabía si estaba molesto, preocupado, dolido o intrigado.
Su expresión y manera de hablar eran un compendio de manifestaciones disímiles que no llegaban a decir nada en concreto.
Él ni siquiera puede llegar a imaginarse todos los problemas que tengo ahora mismo y la verdad no me apetece abrirle el abanico de circunstancias en la cara. Sinceramente ya veré cómo resolverlos pero lo primero es lo primero.
—A pesar de que no tengo por qué explicarte nada —comienzo agresiva porque no me gustó nada su tono de antes –, te diré que no he podido tirarme en una cama a llorar a mi madre — que es lo que realmente me apetece—, justamente porque tengo cosas más frías y asentimentales que resolver, así que no me vengas a cuestionar cómo hago la cosas porque la verdad considero que las estoy haciendo lo mejor que puedo.
Un par de lagrimas amanezaron con salirse, pero respiré hondo, hice un movimiento con mi mandíbula, me mordí la lengua y evité ponerme vulnerable frnte a un extraño que amenazaba con quitarme la casa.
—¡Lo siento!
Sus disculpas parecen sinceras pero no avanzan de esas dos únicas palabras. Hago un gesto de restar importancia y pestañeo queriendo llorar otra vez. Él baja la vista al suelo y le abandono en el salón, para subir al piso de arriba a buscar las escrituras de la casa de mi madre, que ahora mismo parecen ser de otra persona y me cambio de ropa de paso.
Cuando termino de vestirme, soy muy consciente de que mi vida se está desmoronando y no me he permitido aún el analizar todo lo que encierran los nuevos acontecimientos. Simplemente piso el terreno que se me va poniendo por delante y en cuanto al resto improviso.
—Si no te importa podemos irnos, quiero salir lo antes posible de este trámite. Pero lo haremos en un laboratorio. No en tu casa.
Le encuentro deambulando por entre los marcos de fotos que hay en mí salón y cuando se sorprende y gira a mirarme, no puedo dejar de sentirme atraída por la manera seductora y sensual con que lo hace.
Sus ojos, que...Dios, como se parecen a los míos, me recorren de arriba a abajo y hacen que mi cuerpo sufra de espasmos y desordenes de sensaciones solamente porque él me observa hambriento de mi piel.
Es un delito para los dos en este momento, debido a la amenaza genética que se cierne sobre ambos, pero no se puede evitar. Y él inspira de manera tan honda que sé, que le pasa exactamente igual que a mí.