2
No entiendo lo que pasa.
No entiendo la postura de Franco a pesar de su deseo de ayudarme ni me explico la presencia de estos hombres en la puerta de mi casa.
Sin embargo, lo que no puedo dejar de mirar y sentir, es la postura recta y dura del hombre con el que he pasado la noche más increíble de mi vida, que luego se convirtió en la más deprimente. Eso es cierto. Pero aún Le recuerdo en mi mente. Lo dibujo en mi piel y le acaricio en mis fantasías. No he podido olvidarlo. A pesar de como acabaron las cosas..
Sin nombres ni despedidas, pero con mucho derroche de una pasión ensombrecida por sucesos tan inesperados como insultantes.
—¿Quiénes son ustedes?
El hermano de mi amiga se hace con el control de las preguntas y mientras, el moreno de ojos azules como los míos me sigue observando y a ratos mira la mano de Franco en mi cintura.
Parece estar tan sorprendido como yo de estar frente a mi. Eso me crea un conflicto de teorías. Y ninguna respuesta de momento.
<<¿Si viene a reclamarme algo, debe saber quien soy?
O de lo contrario, a qué viene >>
—Allan Cavannah —dice con voz profunda, de esa que enloquece y moj muchas bragas —..., ellos son mi seguridad.
Su poderosa voz de nuevo me hizo estremecer y le ofrece la mano a mi amigo, que le devuelve el saludo con educación y también se presenta.
—Mi nombre es Franco Bonetti y soy el novio y representante legal de la señorita, ¿Qué se le ofrece, señor Cavannah?
Le miro con sorpresa y aunque quizás puedo entender que está tratando de protegerme debido a que no conocemos los hombres al que yo si conozco muy bien, es al menos uno de ellos, y no quiero que se confundaotra vez con nuestra relación.
Sin embargo, con todo lo que me ha ayudado tampoco puedo dejarlo en ridículo desmintiendo lo que ha dicho.
Por otro lado, cuando levanto la mirada hacia Allan — que reconozco que me encanta su nombre por cierto —, me observa indescifrable y de pronto, endurece todavía más su expresión y mira de regreso a mi amigo para decir...
—La señorita es mayor de edad, y lo que me atañe con ella no pienso hablarlo con nadie más que con Callie —dice el diminutivo de mi nombre con una pausa y me mira entonces,para luego proseguir —,nos conocemos lo suficiente como para que ella sepa que puede confiar en mí. Solo hablaré con ella, y les aseguro a ambos que es de suma importancia.
Mis cejas se acercan en gesto de inquietud.
He pensado que venía por cumplir con su primer interés de pagarme asquerosamente por lo que vivimos aquella noche. Aunque, tampoco tien sentido que insista em algo así
No lo sé... es que no sé me ocurre nada la verdad.
Pero también puedo ver que no esperaba encontrarme a mi. Así que no creo que esa sea la razón de su visita.
—Ahora no tengo tiempo, señor Cavannah —aprieta la mandíbula cuando dije su apellido de forma fría
Y he de decir que me encanta como suena su apellido en mi boca —.Tengo un asunto de vital importancia que tratar y no puedo posponerlo. Deje su teléfono y le llamaré cuando tenga tiempo.
Tratp inmediatamente de avanzar hasta mi casa, y su mano atrapa una de mis muñecas y otra vez me estremezo
¡Cuerpo traicionero del demonio!
Él me roza y yo no sé como me laa arreglo pata no gemir. Se me vienen a la mente esas imágenes de ese día, donde su lengua entró en tantas partes de mis cuerpo, donde todo él se hundió en mí. Donde su respiración agitaba la mía y me empapo solo de saber que fui suya, y que él fue mío auqneu luego todo se estropeó.
—¡Suéltela!
Franco reacciona enseguida, tratando de liberarme de su agarre y los dos enormes hombres que acompañan a Allan lo toman de la chaqueta y le ponen contra la pared.
Inmediatamente me veo siendo arrastrada hacia el cuerpo del que fue mi amante de una noche y me susurra al oído, mientras me aferro a él presionando mi cintura...
—Es muy importante lo que tengo que decirte. Se lista y por favor, no me obligues a llevarte a la fuerza. Ven conmigo, será solo un momento y ya luego te prometo que puedes irte donde quieras con... ese hombre.
A pesar de que no puedo dejar de pensar en su maldita mirada sobre mí, esa barba incipiente perfectamente alineada a su mandíbula poderosa y perfilada con extrema exquisitez y los labios, Oh Dios, los labios que recordaba suaves y llenos contra los míos, sé que detrás de mí está mi amigo siendo arrinconado por dos hombres que siguen ordenes de un tío que no se irá de aquí sin hablar conmigo. No así de fácil.
—De acuerdo —respondo como en un susurro.
Nos sostenemos la mirada unos segundos más y cuando sus labios dejan escapar un jadeo cercano a los míos, él mismo rompe el contacto dejándome un poco aturdida.
—Suéltenlo.
La orden es dura, directa y clara y sus hombres le obedecen.
Mi amigo se ajusta el traje y mete los dedos en su pelo rubio oscuro para arreglar un poco el desaliño al que lo haan sometido y me busca enseguida con sus ojos grises y preocupados.
—Dime que no vas a irte con él, por favor —mi amigo me aparta hacia una esquina y cuestiona temeroso.
—Iré en un rato a verte a tu oficina, ¿ vale? — le tomo el rostro entre mis manos para infundir calma a su nerviosa apariencia —luego te explico.
Niega soltando un suspiro demasiado contenido y me abraza bajo la mirada de los otros.
—No me gusta ese tío, mi niña —le miro por encima de mi hombro —. No tienes porqué irte a hablar nada con un desconocido.
—No es un desconocido, te lo aseguro —balbuceo soltándome del todo de su dominio —. Tengo algo que cerrar con él y aprovecharé esta oportunidad. Nos vemos más tarde.
—¿Seguro que le conoces? —inquiere arrugando el entrecejo.
—Sí, y Mariam también. Si te quedas más tranquilo puedes llamarla y preguntarle por el cliente del congreso en el hotel. Ella sabe quien es a la perfección. Confía en mí. Estaré bien.
Asiente soltando un suspiro de resignación y me besa las dos manos antes de irse.
Inspiro profundamente y cuando me doy la vuelta, le tengo pegado a mi espalda. Casi tropiezo con su boca.
Pongo una mano en su pecho para apartarlo de mí y busco a tientas las llaves de mi casa en el bolso.
—Vamos dentro.
—Preferiría que habláramos en mi auto.
—En mi casa o no lo hacemos, Señor—arqueó una ceja cuando entendió que no pensaba tutearle —.No voy a ir a ningún lado, tengo algo importante que hacer y esta es mi manera de seguir teniendo el control de mi día. Aquí o nada.
Cuando giro la llave en la cerradura, sientouna opresión en el pecho y quiero empezar a llorar allí mismo, pero me contengo y empujo la puerta haciéndome a un lado para que él pase.
Cada vez que me respira cerca, me da taquicardia. Puedo jurarlo. Es lo más intenso que he vivido jamás. Y sé que él lo siente también porque le noto respirar agitado y en más de una ocasión reprimir jadeos.
Cierro la puerta y lo veo mirar mi casa, dando vueltas alrededor del salón. Es una casa bonita, y muy cuidada. Mamá siempre buscaba la manera de mantenerla y durante años fue nuestro templo y único bien. Ahora se siente vacía y sola. Casi sin vida como estaba ella, pero no puedo dejar que eso me afecte en este momento, necesito aclarar la visita de Allan y seguir con mi vida.
—Es una casa hermosa —dice él con las manos en los bolsillos girando hacia mí.
—¡Gracias!
—¿No tienes hermanos, tu mamá... alguien más? —su pregunta me entristece.
Trago en seco y niego reprimiendo las ganas de llorar. No quiero seguir entregándole sentimientos a él. Ya bastante me ha hecho desarrollar en una noche, no quiero que se adueñe de cada fibra de lo más profundo de mí.
—Solo yo..., ¿vas a decirme ya a qué has venido?
Me mira por unos segundos en silencio. Toda su mirada pasando por mi cuerpo, haciéndome sentir desnuda otra vez y en sus manos, como aquella noche con él entrando y saliendo de mi interior. Llevándose mis gritos en sus mordidas y mis suspiros en sus gemidos con mi nombre al viento.
—No sé como hacerlo. Yo..
Avanza hasta mí y nos quedamos quietos. Sus manos toman las mías, las alzan entre los dos y acarician con sus dedos los mios... mis , nudillos y ña palma con una delicadeza que no esperaba.
—Mi padre ha muerto... —comienza a decir y me siento empática.
Lo dice de una forma extraña y pienso que aunque no conocía al señor y no sabía hasta qué punto podría eso tener algo que ver con su visita, digo...
—Lo siento.
Nuevamente niega con su cabeza y parece que sufre cada segundo que pasa.
Lo siguiente que dice estropea todas y cada una de las fibras de mi ser y mi vida entera también.
—Te ha contemplado en su testamento y las cosas que ha dicho han dejado claro para mí, que al parecer somos hermanos...
¡Dios... Dios!
¡No puede ser!