Capítulo 68

SANTO.

Eve se puso rígida como un conejo atrapado en una trampa, sus uñas rasgando mi espalda. Sus ojos grandes y asustados miraron por encima de mi hombro hacia la voz.

¿Y yo? Ni siquiera parpadeé. Mi polla seguía presionada contra su húmeda hendidura, mis dedos aún enterrados hasta los nudillos ...

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