Capítulo 43

SANTA.

Ella abrió las piernas para mí. Una de sus manos temblaba contra mi muslo, la otra se deslizó detrás de ella y se enganchó en mi cuello.

No la toqué por lujuria.

Dios, ojalá fuera tan fácil.

La lujuria habría sido limpia —feral, desordenada, pero honesta.

Esto no era eso. Esto era una pu...

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