Capítulo 158

SAINT.

—¡Conduce más rápido, maldita sea!— le grité al conductor, que parecía manejar como si su vida fuera más valiosa que la de mi compañera. Se estremeció, apretando el volante con más fuerza. Apenas íbamos a ochenta, y se sentía como arrastrarse.

—Lo siento, Alfa— balbuceó, y el coche se sacudi...

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