


Capítulo 3 Solo en una habitación, ¿qué opinas?
Sophia no se atrevió a desobedecer y rápidamente salió del coche.
Mirando a su alrededor, vio que estaban en una villa apartada, rodeada de cantos de pájaros y flores, un entorno pacífico.
No creía que Philip tuviera buenas intenciones, que realmente la dejaría descansar y recuperarse.
—Sígueme.
Philip dijo con el ceño fruncido, caminando hacia la villa.
Sophia miró a su alrededor. Este lugar era incluso más grande que la Villa Brown. Por ahora, solo podía tomar las cosas paso a paso.
Eli la seguía de cerca, preocupado por cualquier posible contratiempo.
Sophia estaba sin aliento por la caminata, su cuerpo ya débil se sentía mareado, y casi se desmayó.
Se desmayó y cayó contra la espalda de Philip, lo que hizo que todos se tensaran.
Sophia rápidamente recuperó los sentidos y se disculpó.
—Lo... siento.
Philip, al escucharla, se quitó la chaqueta y la arrojó a un lado, luego abrió la puerta y entró.
—Tú, entra sola.
Su voz era tranquila, sin traicionar emoción alguna. Sophia dudó en la puerta, sopesando sus posibilidades de supervivencia si entraba.
—¿Necesito repetirlo?
Eli dio un paso adelante y susurró.
—Señorita Brown, debería hacer lo que él dice. Si el señor Mitchell le habla así, no le hará daño.
El corazón de Sophia estaba inquieto, los eventos recientes aún frescos en su mente.
¡Él había amenazado con abrirla en canal al conocerla y casi la estranguló en el coche!
¡Todo apuntaba a que quería matarla!
Dada la situación, no tenía más remedio que entrar y ver qué pasaba.
Sophia apretó sus pálidos labios, abrió la puerta y, antes de poder reaccionar, la puerta se cerró con llave detrás de ella.
—¡Señor Mitchell! ¿Qué está haciendo?
El cierre repentino hizo que el rostro de Eli palideciera. ¡Si algo pasaba dentro, él sería el responsable!
Philip estaba de pie tranquilamente junto a la mesa, con los brazos cruzados, sus ojos entrecerrados mientras examinaba a Sophia.
—No haré daño al niño. Puedes irte ahora. ¿O quieres ver cómo me pongo íntimo con mi esposa? —Las palabras de Philip vinieron detrás de la puerta.
Sus palabras hicieron que todos se sintieran incómodos, incluso Sophia, que no entendía sus intenciones.
Eli, sudando nerviosamente, rápidamente llamó a Rhea.
Después de una breve conversación, Eli suspiró y se llevó a todos.
La habitación cayó en silencio, la tensión palpable.
Sophia intentó calmarse.
—Señor Mitchell, ¿qué planea hacer?
Los ojos de Philip se oscurecieron, y sacó un par de guantes de cuero de un cajón, poniéndoselos mientras se acercaba a ella.
—Quítate la ropa.
Su voz era tranquila, con un toque de diversión.
—¿Qué?
Sophia pensó que había oído mal.
—No quiero repetirme. Si quieres vivir, quítate la ropa.
El tono de Philip se volvió impaciente. Al ver la falta de respuesta de Sophia, dio un paso adelante y le arrancó la camisa suelta de los hombros.
La cicatriz en su clavícula hizo que Philip frunciera el ceño.
Su mirada se detuvo en su pecho por un momento antes de moverse a su abdomen.
La disparidad en su fuerza hacía imposible que Sophia resistiera. Ya agotada, no podía empujarlo.
—¡Philip, pervertido! ¿Qué estás haciendo?
De repente, los dedos de Philip se engancharon bajo su barbilla, su pulgar rozando sus labios.
—A solas en una habitación, ¿qué crees?