Para siempre es mucho tiempo.

El cuarto entero brillaba, pero nada se comparaba con ella. Macey, de pie en su vestido de manta y tiara reluciente, mejillas rosadas de tanto reír, ojos brillando más que todas las luces de hadas colgadas en las vigas. Ella resplandecía. Todos la miraban, aplaudiendo, vitoreando, bañándola con el t...

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