Capítulo 60 Quédate con tus celos, querida.

El amanecer se colaba tímido por los ventanales de la habitación de Maximiliano. La resaca le golpeaba con crudeza; un dolor punzante le atravesaba las sienes y la boca le sabía amarga. A un costado, en el suelo, la botella de whisky yacía vacía como testigo de su desvelo.

—Dios… —¿Cómo pude bebe...

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