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La chica ahora sollozaba suavemente, pero asintió en respuesta.

Boris bajó la cabeza, tomando uno de sus pezones en la boca. La chica gritó y empujó su cabeza. —¡No!

Boris forzó su mano entre sus piernas, separó esos suaves y cremosos muslos, y empujó un dedo dentro de ella.

Emeriel gritó de dolo...

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