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Antes de que Emeriel pudiera ponerse la túnica sobre la cabeza, Aekeira se adelantó, protegiéndolo de la vista.

—¿Puedo ir primero, su alteza?— Aekeira tartamudeó, su voz llena de temor.

Las miradas de los tres grandes señores se posaron sobre Aekeira. Lo que acababa de hacer era una abominación. ...

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