CUATRO 87

Detrás de ella, el sonido de espadas desenvainadas llenó la habitación mientras sus tres guardaespaldas se acercaban.

El amo de esclavos parpadeó, su bestia retrocediendo, el amarillo drenándose de sus ojos.

—No, adelante. Invoca a tu bestia —dijo ella, enojada—. Oh, poderoso depredador que gusta ...

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