DOS. 8

Emeriel lo miró fijamente, su mente dando vueltas. Su mandíbula estaba floja de incredulidad.

—Yo... yo no sé qué decir. Gr-Gracias, Su Alteza— logró balbucear finalmente.

—No me agradezcas—. Él tomó una copa adornada con joyas del escritorio, mirándola distraídamente. —Para ser claros. Esto es un...

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