Capítulo 167

Esa mañana, le preparé el desayuno —huevos justo como le gustaban, tostadas que no estaban demasiado crujientes pero que aún hacían ese satisfactorio crujido al morder, y café lo suficientemente fuerte como para derribar a un caballo. Incluso le recordé sobre su medicina como la responsable, prácti...

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