Cap. 136

Doña Ernestina entró a la cocina de la cabaña como niña con juguete nuevo.

Traía tres bolsas en las manos, el cabello alborotado por el viento y una sonrisa que le iluminaba hasta las arrugas.

—¡Ay, hijita, no sabes! —anunció dejando las bolsas sobre la mesa—. La señora Florencia me llevó a una tie...

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