Bifurcaciones, llamas y delitos graves

Rhonda

Entramos al restaurante como un desfile que nadie pidió. La anfitriona nos mira, cuatro abuelas un poco ebrias y un alfa de cabello blanco que parece haber sido sacado de una cripta, y juro que está a punto de decir que estamos llenos, lo siento. Jill se le adelanta, mostrando su sonrisa más...

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