Mar de lágrimas.

—¡Esto es… incorrecto! —dijo, empujándolo bruscamente.

—Rebeca, deja de jugar al gato y al ratón conmigo, todo iba bien.

—¡Tú eres un demonio, Ares McCarthy! —le arrebató las llaves del auto—. No quiero tenerte más cerca de mí.

—Eso será imposible, tú eres mi nuevo destino y no podrás alejarte d...

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