Aprender a vivir

Un día antes de marcharnos de nuestra antigua ciudad, pasé sola por el cementerio. El lugar estaba vacío. No se escuchaban autos ni voces, solo el crujido leve del viento entre los árboles. Me arrodillé frente a la lápida de Liam. Llevaba en la mano una rosa blanca. La coloqué despacio, con los dedo...