CAPÍTULO 67

Segundos pasaron, luego minutos. Nada parecía estar sucediendo. Cada tic del reloj era agonía y eternidad para Damien. Y de repente, Sarah comenzó a gritar y a agitarse… su frágil cuerpo luchaba contra las ataduras. Sus ojos seguían cerrados, pero las lágrimas fluían desde las comisuras de sus párpa...

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