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De espaldas al mayordomo, el hombre permanecía en silencio.

El mayordomo se frotaba las manos continuamente para suplicar al hombre hasta que sus palmas se calentaron.

—Señor, le ruego. ¡Por favor, suéltelo! ¡Es solo un niño! Es inocente.

—Vete.

La voz del mayordomo se volvió aguda mientras grit...

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